La lucha por la jubilación y la bancarrota del comunismo, o un amargo déjà vu



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En noviembre 2010, el Movimiento Anti-Imperialista[1] (MAI) publicaba en castellano un texto sobre la lucha contra la reforma de las pensiones bajo el gobierno de Sarkozy[2].

Su lectura es impactante: 13 años después, nada parece haber cambiado. Las mobilizaciones contra la reforma de las pensiones bajo el gobierno de Macron no represantan, desgraciadamente, ninguna novedad en la historia política reciente del Estado francés, y al contrario, recuerdan la célebre frase de Marx, puesto que más que innovación o progreso para el movimiento obrero, representan su farsa.


Hemos decidido pues traducir este texto para poner a la vanguardia del Estado francés frente a la cuestión de la ausencia de movimiento revolucionario –y por tanto, de la necesidad de su reconstitución–, desde la perspectiva de la impotencia aún candente de los recientes ecos de la tragedia de 2010.

Para los comunistas honestos del Estado francés, esta situación no puede ser más que dolorosa llamada de atención (si es que hiciese falta, visto el estado del Movimiento Comunista en este Estado) de la innegable bancarrota actual del comunismo.

Y es que la cuestión no es cómo enfrentarse mejor, como comunistas, al Estado burgués francés en el terreno de la reforma de las pensiones, sino por qué los objetivos de los comunistas han caído tan bajo –puesto que la lucha por vivir mejor bajo el capitalismo no tiene nada de comunista, que las reformas son para el comunismo revolucionario concesiones de la clase dominante amenazada por el movimiento obrero ascendente, concesiones arrancadas a la burguesía por la Revolución Proletaria Mundial (RPM) en marcha– y hacerlos despegar por encima de las luchas económicas inmediatas.

No perdamos tiempo luchando por el mantenimiento –imposible, dicho sea de paso, por la propia naturaleza de la economía capitalista– de esa “vida que era mejor antes [del último ataque de la burguesía]”, cuando la clase obrera francesa podía aún ser explotada relativamente en paz y esperar jubilarse tranquilamente –jubilación que, recordemos, como indicaban ya en 2010 los camaradas del MAI, no es más que una concesión de la burguesía frente a la amenaza comunista en el siglo XX–, no es nuestro papel. O más bien, no lo es si lo que se quiere es luchar contra el capitalismo en su conjunto, construir la RPM, militar por el comunismo. Si se quiere militar para hacer la explotación asalariada más llevadera, es ya otro asunto.

La actividad revolucionaria basada en la intervención en las luchas económicas (economismo), hace ya más de un siglo que Lenin la destapó como oportunista y reformista en su ¿Qué hacer?. Antes de que se nos trate de teoricistas de tres al cuarto, querríamos recordar que la teoría no es más que práctica sintetizada, y que ese libro es la síntesis de la práctica de construcción de un movimiento comunista revolucionario de los comunistas rusos, y que ¡la práctica revolucionaria basada sobre este balance de la actividad de vanguardia de la época permitió nada más y nada menos que la revolución de Octubre y el resto de revoluciones comunistas del siglo pasado!

Si los prácticos siguiesen sin estar dispuestos a salir de su cabezonería, querríamos hacerles una pregunta: ¿cuál es su balance de esta práctica de intervención en las luchas económicas, de resistencialismo –porque resistir y vencer no son exactamente lo mismo, y pensar que una cosa lleva a la otra, autoengaño, como muestra la práctica social–, “por la elevación de las masas y la construcción del Partido”, después de 13 años de episodios de luchas por las jubilaciones (y demás reformas)?


Frente a esta inagotable capacidad para no sacar lecciones de su propia práctica social y para perseverar en la impotencia, no hay “unidad de los comunistas” posible con los revisionistas, puesto que la unidad debe ser ante todo ideológica. El estado actual de la vanguardia no es más que un pálido eco de la lucha entre marxistas legales, economistas y bolcheviques condensada en el ¿Qué hacer? –nos gustaría que la efervescencia ideológica y política actual de la vanguardia de nuestra clase fuese al menos la mitad de la que era entonces, ya que está muy lejos de ello–, pero justamente, podemos y debemos sacar lecciones de la constitución del Partido Comunista en Rusia (¡y China, Perú, etc!) puesto que tenemos un siglo de bagage revolucionario a las espaldas, y conquistar esa unidad revolucionaria de la vanguardia –reconstituir idéologica y políticamente el comunismo– a través de la lucha de dos líneas en torno al Balance de ese Ciclo revolucionario, por desgracia, cerrado.


¡Luchar por la revolución, reconstituir el comunismo!
¡Relanzar la Revolución Proletaria Mundial!


Horizonte Rojo,
mayo 2023




Francia: Nuestra época y los límites del sindicalismo

[El Martinete nº24, Francia: Nuestra época y los límites del sindicalismo, Movimiento Anti-Imperialista, 2010. Se han corregido un par de erratas y algún elemento de las traducciones del francés del texto original.]


La escena se desarrolló en una ciudad francesa de tamaño medio, durante una de las huelgas generales de octubre. Varios cientos de personas se congregaron, al final de la manifestación, frente a unas oficinas del gobierno donde se habían colgado carteles a favor de la reforma de la jubilación. De entre la multitud varios jóvenes intentaron acceder al edificio siendo interceptados por un gendarme en el portal quien los retuvo allí mientras llegaban una decena de agentes de las CRS (Compañías Republicanas de Seguridad, son la fuerza de seguridad del Estado francés encargada de vigilar las manifestaciones). Esto aumentó la animosidad de los manifestantes en la calle, pero la cosa no pasaba de gritos contra las democráticas fuerzas del orden y algunos huevos lanzados contra las ventanas de las oficinas objeto de la protesta inicial. Media hora después, varios adolescentes fueron detenidos casualmente a una veintena de metros de la protesta por un policía de paisano, lo que atrajo la atención del centenar de manifestantes y de los agentes de la CRS que salieron del portal para proteger al policía de paisano. En este momento se produjo el momento más lamentable y, en parte, absurdo: de la multitud empezaron a volar huevos hacia los policías de la CRS y, ante este acto de violencia tan brutal contra la policía, los sindicalistas y demás ciudadanos responsables no pudieron menos que agitar los brazos en alto para exigir que detuvieran el lanzamiento. El caso es que mientras estos “momentos de tensión” tenían lugar, el portal donde estaban los primeros detenidos se vaciaba sin que nadie, aparentemente, se diera cuenta.


Este episodio, además de ejemplificar las carencias “tácticas” de los manifestantes para proteger a los suyos y el cretinismo de los sindicatos, es una traslación, a nivel de manifestación, del espontaneísmo general que parece mover las protestas que ya algunos se atreven a comparar con el Mayo del 68.

Lo primero que hay que señalar es que la reforma de las jubilaciones en un atentado contra los derechos de los trabajadores, alargar el tiempo de trabajo sólo significa aumentar el volumen global de plusvalía que se extrae de cada trabajador. Ante tal ofensiva, cabía pensar que habría movilizaciones y este hecho no se le escapó al gobierno francés del UMP que cuenta con mayoría parlamentaria suficiente como para sacar adelante cualquier ley. De hecho, lo tuvieron tan en cuenta, que pudieron planear tranquilamente cómo contrarrestar las protestas. Esta capacidad de plantar batalla cómo y cuando se quiera por parte del gobierno Sarkozy es una inmensa ventaja, ante la cual, los sindicatos solo pueden maniobrar en un escenario que ellos no han planificado. Estos combates a la defensiva vienen siendo una de las principales características de los movimientos sociales, que parecen haber perdido toda capacidad de iniciativa y se limitan a decir “no a la reforma de jubilaciones”, “no a la constitución europea”, “no a la guerra”..., según la lucha parcial que se presente y siendo sus propuestas limitadas a “otro/a [elegir un sustantivo] es posible” pero nunca con una plasmación clara y siempre sin un horizonte claro más allá que unifique coherentemente el conjunto de propuestas.

Lo más parecido a este horizonte es la defensa Estado de bienestar, que parece ser una de las mayores conquistas de la conciencia en sí del proletariado en los países imperialistas. Esta conciencia economicista inunda todo lo que queda del movimiento obrero y lucha por mantener las condiciones de vida del último medio siglo sin más horizonte que la jubilación y el subsidio de desempleo: en el Estado español la prolongación del segundo durante la crisis está permitiendo la paz social y la introducción de reformas que facilitan el despido, lo que, por un lado pone de manifiesto los límites de la conciencia en sí, y a un nivel más prosaico ilustra la política de la zanahoria (Zapatero[3]) frente a la del palo (Sarkozy) que son las dos caras de la misma moneda de la democracia burguesa.


El muro que se imponen los movimientos sociales y con el que topan una y otra vez, es el de no dotarse de una conciencia revolucionaria, que supere el marco ideológico burgués en el que se dirimen siempre estas luchas parciales, porque lo que siempre ponen en cuestión es el grado de intensidad de la explotación del trabajo, y no la explotación misma. Parece como si las décadas de postración del movimiento comunista nos hubieran hecho olvidar el horizonte revolucionario. Por el contrario, una conciencia verdaderamente revolucionaria (conciencia para sí) supone negar el conjunto de relaciones sociales que el capitalismo representa, lo que garantiza la independencia política y poder pasar del defensismo que condena a que la mayor victoria sea “que las cosas sigan como están” (lo que la derecha francesa expresa con la pregunta “¿por qué Francia es irreformable?”) hacia la lucha por la abolición de la explotación del hombre por el hombre, es decir, la Revolución Comunista.


Este “Otoño francés” es un claro ejemplo de lucha dentro de la lógica burguesa: la reforma de las pensiones se interpreta por los sindicatos como un resultado de la crisis económica, es decir, una medida que hace recaer sobre la clase obrera los esfuerzos para “salir de la crisis”. Es ingenuo pensar que los costos del capitalismo no vayan a caer sobre las clases sometidas: si la burguesía ejerce siempre su dictadura sobre aquellas ¿por qué va a dejar de hacerlo en tiempos de penuria o, al menos, dejar de repartir sus costos? Esta última opción parece ser la que maneja la prensa de izquierdas (L’humanité, Libération, Nouvel Observatoire...) cuando critican la falta de igualdad entre sectores sociales en los esfuerzos para salir de la crisis. La colaboración interclasista ha sido siempre el canto de sirena de la burguesía, incluso del fascismo, para apretar más la mano al cuello del proletariado. Pero no debe extrañarnos que la prensa “progresista” proponga medidas reaccionarias, si la propia prensa conservadora abraza directamente el fascismo. En la edición de L’Express de la semana del 18 al 24 de octubre, el artículo sobre las huelgas Por qué Francia es imposible de reformar proponía un sindicato de obreros y trabajadores de sindicación obligatoria “Hace falta transformar los sindicatos en mutuas que se preocupen de firmar con la patronal y el Estado acuerdos fecundos y prácticos. Y, para ese fin, hacer la sindicación obligatoria para todo trabajador, como es el caso de la seguridad social” y la fusión del senado con el consejo económico en un órgano consultivo por sectores “Hace falta fusionar el Senado con el Consejo económico y social para crear una cámara de las administraciones, de oficios y cuerpos sociales, donde los ministros deberían presentar toda reforma con objeto de obtener opiniones políticas.” (corporativismo).

Cómo ya ha señalado el MAI en numerosas ocasiones, el fin del Ciclo de Octubre supone una ofensiva reaccionaria, donde todo parece girar hacia la derecha: la izquierda burguesa abraza a la derecha y ésta se va al fascismo más descarado. Esta lógica también afecta al movimiento comunista, que parece renunciar a la dictadura de su clase, para conformarse con el Estado de bienestar y de libertades democráticas.

Precisamente estas movilizaciones son una defensa del Estado de bienestar por parte de la facción de clase que más se beneficia de este: la aristocracia obrera. La jubilación supone haber tenido un empleo estable durante muchos años, cosa que apenas se puede permitir ya nadie que esté fuera de esta facción de clase. En este sentido, es bastante significativo que durante las huelgas generales buena parte de la vida comercial no se detenga: los hoteles siguen funcionando sin problemas, los establecimientos de comida rápida, las tiendas de ropa de los centros urbanos... El grueso de la clase obrera, la que es explotada en el sector servicios, apenas se suma a las huelgas, por un lado como si la cosa no fuera con ellos, y por otro temiendo perder un día de sueldo a cambio de pelear por una dudosa jubilación. A esto ha conducido décadas de reformismo y cretinismo parlamentario, a que la conciencia para sí retroceda a conciencia en sí, a que esta última sea patrimonio exclusivo de la aristocracia obrera y a una conciencia totalmente burguesa en las masas explotadas. Esta transformación de la conciencia en el proletariado es el equivalente al giro hacia la derecha en la política más arriba señalado.


A pesar de lo dicho hay que elogiar el nivel de organización de los estudiantes franceses, con bloqueos totales de sus liceos durante semanas, cosa inaudita en el Estado Español, y la voluntad de lucha de los obreros que mantuvieron huelgas durante semanas. Lamentablemente y como se ha demostrado todos estos esfuerzos son vanos si van orientados simplemente a mantener sus condiciones de vida. El limitado horizonte de estas luchas, por mucha determinación que se demuestre, viene ilustrado en las declaraciones ante el juez mostradas por la prensa de estudiantes detenidos (declaraciones nada casuales, por cierto): “No sé qué me pasó, me divirtió” o “Lamento profunda y sinceramente mi acto”. Si, por un lado, parece como si el Estado quisiera humillar a los presos buscando un arrepentimiento más propio de procesos inquisitoriales, por otro muestra lo lejos que quedan aquellos juicios que eran transformados en una tribuna revolucionaria por parte de los acusados.

El espectro de la colaboración de clase, reivindicaciones de la aristocracia obrera, crítica de la violencia y sobre todo, que se trata de una lucha parcial contra una reforma que atenta contra el Estado de bienestar, estas son las características de este movimiento. La génesis política del Estado de bienestar se encuentra en la segunda posguerra europea, cuando el Movimiento Comunista amenazaba seriamente a la burguesía. En medio de un auge revolucionario, la clase dominante cedió ciertas medidas sociales para evitar perderlo todo, por tanto fue producto derivado de la lucha del proletariado, no por esas medidas, sino por el Socialismo.

A día de hoy, la clausura del Ciclo de Octubre (1917-1989/91) se caracteriza por la ausencia de amenaza revolucionaria, por ello, la burguesía puede desmantelar, sin miedo alguno, las conquistas obreras, como se ha puesto de manifiesto en este mes de octubre. La debacle del fin del Ciclo significa la ausencia de un movimiento político que plantee una crítica radical al capitalismo, por ello el capitalismo tiene las manos completamente libres para hacer y deshacer a su antojo. En los Estados imperialistas sólo luchas defensivas como la que nos ocupa parecen hacerle frente (un caso distinto son los países donde se están llevando a cabo Guerras Populares, India o Filipinas por ejemplo, fenómenos que no se producen en los países imperialistas, lo que debería ser objeto de reflexión por parte de los comunistas), pero, desgraciadamente, sus propias limitaciones hacen que no representen ningún problema serio.

Si algo enseñan estas luchas de octubre de 2010 es la necesidad de reconstituir el Comunismo. Esta tarea no se refiere únicamente a la ideología de la clase (Reconstitución ideológica), limitarlo a este ámbito nos convertiría en filósofos de salón, lo que hay que tener en cuenta es la necesidad de transformación del mundo que decía Marx en la Tesis XIª sobre Feuerbach: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”. A día de hoy la trasformación revolucionaria de la sociedad por el proletariado solo es posible como sujeto consciente que va más allá de las reivindicaciones económicas y las reformas para plantear la toma del poder, armado con su herramienta política, el Partido Comunista (Reconstitución política). Por ello, la reconstitución del comunismo tiene este doble carácter, ideológico y político, limitarse únicamente a uno de ellos es completamente insuficiente (como pretenden, en el Estado Español, los que entienden la reconstitución del Partido Comunista a través de la fusión de las distintas organizaciones comunistas: ignorar las tareas ideológicas es avocar a repetir los mismos errores cometidos por los comunistas durante el Ciclo de Octubre).

Ninguna corriente crítica actual plantea una lucha y un horizonte tan consecuente como lo hizo el Comunismo durante los siglos XIX y XX. Éste es el significado de la reconstitución ideológica, recuperar la radicalidad y la consecuencia de la ideología proletaria. Y esta ideología sólo puede existir efectivamente, como elemento transformador de la totalidad social, en el Partido Comunista, que es el único que puede llevar a cabo la transformación revolucionaria del mundo, sujeto revolucionario por tanto y objetivo del proceso de reconstitución. Solo cuando estas tareas estén cumplidas las clases oprimidas podrán enfrentarse con garantías de éxito a sus explotadores, hasta entonces sólo tendremos más de lo mismo, lo que hoy estamos viendo en Francia, pero que ocurre por todo el mundo: luchas parciales, espontaneísmo, reacción y derrotas.


Movimiento Anti-Imperialista
Estado francés, noviembre de 2010


Notas:

  1. [↑]Organización comunista de la Línea de Reconstitución, disuelta en el Movimiento por la Reconstitución.
  2. [↑]Nicolas Sarkozy, presidente del Estado francés de 2007 a 2012.
  3. [↑]NDT: José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Estado español de 2004 a 2011.

Última modificación: 06/2024